LAS MUJERES EN MEXICO PRIMERA PARTE

DIARIO lA JORNADA

AGUASCALIENTES


A poco menos de un mes de haber celebrado los doscientos años de vida independiente, la mujer mexicana sigue enfrentando la penosa situación de inequidad social, laboral y familiar que sufría ya hace algunos cientos de años. Es cierto que se han tenido significativos avances en la materia pero aún quedan demasiados retos por afrontar. La lucha por los derechos de las mujeres ha costado en nuestro país muchos siglos de discriminación, malos tratos, violencia física y emocional, acoso sexual y laboral sufridas por nuestras madres, hijas y esposas. En síntesis, la libertad e igualdad que hoy goza un importante número de mujeres mexicanas, desafortunadamente no todas, se debe al sacrificio y tenacidad en mejorar las condiciones de vida que a lo largo de los años se han ido construyendo. Comencemos analizando la situación de la mujer mexicana a lo largo de la historia de nuestro país.

En la época prehispánica la mujer se encontraba sustraída de todas las actividades que tuvieran relación con el poder, pero era el motor principal de la familia. Las mujeres cumplían con diferentes tareas que incluían el cuidado del hogar en todos sus ámbitos, la participaron en celebraciones religiosas y la agricultura, pero su papel en la sociedad se limitaba fundamentalmente a la reproducción.
Culturalmente las mujeres prehispánicas se encontraban descalificadas; no podían reírse delante de un hombre que no fuera su esposo y debían conducirse con una actitud servicial, además de guardar silencio ante la presencia del hombre y obedecer cada uno de los deseos y órdenes. En algunas culturas, como la maya, la mujer elaboraba piezas de cerámica o de barro y tejían el algodón para confeccionar vestidos. Las normas morales del pueblo maya eran bastante rígidas, ya que se les prohibía el consumo del alcohol, tabaco y estupefacientes, y en caso de adulterio la pena era la lapidación. La infertilidad era atribuía exclusivamente a la mujer y era una causal de desprecio y abandono por parte del cónyuge.
Existían dos clases de mujeres prehispánicas: la mujer del pueblo y la mujer noble. La primera era educada en el hogar sobre todas las labores hogareñas, de alimentación e hilado mientras que la segunda era educada desde los tres o cuatro años con severidad con la opción de ingresar al servicio del templo, manteniéndose excluida del sacerdocio. Su educación era ser solicitada en matrimonio para afianzar alianzas políticas y económicas mediante la procreación.
Durante la época colonial la situación de la mujer mexicana no sufrió cambios significativos, seguía manteniendo un rol pasivo, sin inclusión en la vida pública, dedicada a los deberes familiares y domésticos y totalmente subordinada al hombre. La Iglesia era determinante en la vida de la mujer, por lo que ésta última tomaba el papel que la Iglesia determinaba bajo el precepto de que “el camino que dios les había asignado para ganarse el cielo era el de la sumisión y obediencia”.
Durante los siguientes siglos se observó una división entre la mujer rural y la urbana, la primera prácticamente siguió manteniendo los mismos patrones establecidos hacía años, mientras que la mujer mexicana urbana comenzó a organizarse en un espacio de cultura propia, un ejemplo de ello es el convento que representaba uno de los espacios donde las mujeres desarrollaban sus actividades y su educación.
La inclusión de la mujer en la sociedad fue a través de la educación, ya que era importante educarla para ser madre, hija y esposa; además de que era la manera más efectiva para expandir el castellano y asimilar la nueva forma de vida que permitiera el progreso y la prosperidad de la nueva nación. Se le instruyó los hábitos de la devoción y se le inculcaron principios religiosos. La educación que recibían las mujeres mexicanas durante la época colonial era fragmentada puesto que solamente se le educaba para reforzar el sistema social existente, basado en el núcleo familiar.
El movimiento de Independencia trajo consigo la expansión de la educación y conforme la mujer se fue educando empezó a demandar respeto, pero realmente su situación varió muy poco ya que lo más importante era mantener la unión familiar para que la sociedad marchara correctamente. Fue hasta la época del Porfiriato en donde la mujer accedió a una educación basada en el conocimiento, según consta en archivos Margarita Chorné y Matilde Montoya fueron las primeras universitarias tituladas en el país, la primera presentó su examen profesional como cirujano dentista en la Escuela Nacional de Odontología obteniendo el título en enero de 1886; Margarita es considerada como la primera mujer que obtuvo un título profesional en América Latina, mientras que Matilde se tituló de la Escuela Nacional de Medicina como médico cirujano en 1887. Como dato anecdótico Matilde Montoya se convirtió en un ícono de la lucha femenina por encontrar espacios en la educación universitaria ya que tuvo que sortear un sinnúmero de obstáculos tanto de la prensa como de los propios docentes y compañeros de carrera para poder titularse. Fue gracias a la intervención del presidente Don Porfirio Díaz lo que le permitió concluir sus estudios y presentar su examen profesional. De ella se escribían frases como la siguiente: «debía ser perversa la mujer que quiere estudiar medicina para ver los cadáveres de hombres desnudos». Ante la presión Matilde fue dada de baja de la Escuela Nacional de Medicina en 1882 bajo el argumento de que las materias que cursó en el Bachillerato en escuelas particulares no tenían validez oficial. Matilde escribió una carta al presidente de la República, el General Díaz, quien dio instrucciones al secretario de Ilustración Pública y Justicia para que diera las facilidades necesarias para que Matilde cursara por las tardes las materias en conflicto en la Escuela de San Ildefonso ante lo cual no les quedó más remedio que volver a darla de alta y permitir continuar con su educación. En la tarde del 24 de agosto de 1887, con el presidente Porfirio Díaz como testigo, Matilde Montoya aprueba su examen profesional convirtiéndose en la primera mujer médico cirujano del país.
Durante el porfiriato la mujer tomó un rol más incluyente en la sociedad. Mientras que la mujer de clase alta sólo se dedicaba a la vanidad y a las superficialidades, la mujer de la clase media creaba diferentes espacios para la superación. La industrialización demandó mano de obra barata incorporando a la mujer al trabajo remunerado (ganando la mitad del pago del hombre). Según los historiadores en aquella época el hombre no podía mantener a su familia por sí mismo por lo que hubo un reconocimiento gradual de que la mujer podía contribuir al bienestar de su país y de la sociedad. Las mujeres empezaron a organizarse como un grupo a favor de las demandas y necesidades de la sociedad mexicana, tomando una instancia visible en los asuntos públicos, así urgieron diversas instituciones como las organizaciones de caridad. La mujer de clase baja era la más desprotegida y necesitada, mayoritariamente no estaban casadas y tenían demasiados hijos que mantener sin los recursos suficientes. A pesar de los significativos avances en los derechos de las mujeres, su vida todavía giraba en torno a cuestiones religiosas, a la administración del hogar y las responsabilidades familiares.

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