El Mariachi

Marcial Fernández

El término mariachi es de origen incierto, pero se cree que se trata de una palabra coca con la que, en la Nueva Galicia, los indígenas de Techaluta nombraban a un tablado de madera en el que realizan sus bailes o zapateados.

Hay quienes afirman que el nombre deriva de un árbol -hoy desconocido- con cuya madera se construían dichos tablados.

Otra versión indica que “mariachi” es una palabra mestiza formada por el castellano “María” y el coca shi, “son”, y se refiere a las letras (en honor a María) y música (sones) que los habitantes de Cocula crean para adorar a la Virgen de la Pila (la Inmaculada Concepción), llevada a tal territorio por Fray Miguel de Bolonia en 1528.

Una tercera versión indica que “mariachi” deviene del francés marriage, “matrimonio”, que, durante la llamada Guerra de los Pasteles (1838-1839) era la manera en que los franceses designaban no sólo las bodas en México, sino a la música de dichas celebraciones.

Sea cual sea el origen de la palabra, lo cierto es que el mariachi nace de la fusión de caracolas, teponaztlis, huéhuetls, flautas de carrizo o barro con guitarras y violines; en tanto se dio ese mestizaje instrumental, en 1695 los cocas inventaron la vihuela y, con posteridad, el guitarrón -que sustituyó al laúd y al contrabajo españoles, respectivamente-, y se sabe que para la década de los 30 del siglo XIX había en Cocula al menos dos mariachis: el Coculán y el Chivatillo, de los que surgió el Mariachi Salinas, patriarca de los grupos de cuerdas que tocan música vernácula, gracias a que sus instrumentos se componen por un guitarrón, dos violines, una vihuela y una chirimía.

Para finales del XIX fueron varios los mariachis que se dieron a conocer en Cocula y en Tecalitlán. Se dice que en 1896 el mariachi llegó a la ciudad de México en cuerdas y voz del grupo de José García. A principios del XX, el Mariachi de Cirilo Marmolejo impuso el traje de charro en su conjunto musical y, a partir de entonces, varios grupos lo imitaron. Durante el porfiriato y el cosustancial afrancesamiento nacional, no fue una buena época para el mariachi, ya que, al igual que el tequila, se le consideró propio de la plebe, populacho o clases bajas; sin embargo, la historia registra un par de ocasiones, en 1905 y en 1907, respectivamente, en las que Porfirio Díaz celebró con música de mariachi sendas fiestas: la de su onomástico y otra en honor al secretario de estado norteamericano, Elihu Root.

Con la Revolución, el corrido se conviertió en el arma musical del movimiento armado, lo que, a la postre, nutrirá de letras al mariachi. Una vez pacificado el país, se empezaron a filmar las llamadas “películas rancheras”, en las que el mariachi ocupó un sitio de honor.

Para los años 30 (del XX) la agrupación de Marmolejo introdujo la trompeta en el mariachi y, en 1936, el aún candidato a la Presidencia de México, Lázaro Cárdenas, invitó al Mariachi Vargas de Tecalitlán (fundado en 1898 por Gaspar Vargas) a su campaña electoral por la República, dando por resultado una revaloración del mexicano por este género de música vernácula, en tanto que el grupo de los Vargas (que en la actualidad va por la quinta generación de músicos) se convirtió en modelo a seguir por propios (mariachis del occidente de México y de la propia ciudad de México) como por extraños (se sabe de agrupaciones con características de mariachi en distintos países e, incluso, en idiomas tan distantes al español como el japonés).

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